críticas constructivas I

El siglo XXI comenzó entre tinieblas para las dos religiones con mayor número de súbditos en todos sus dogmas. Las presiones políticas hacían, y aún hoy día hacen, estragos en los países de fe musulmana. En cuanto a los cristianos devotos del Vaticano, se bañaron en un mar de lágrimas ante la muerte de uno de los que -según los más optimistas- fue uno de los mejores Papas que ha tenido la Iglesia en toda su Historia, a parte del más longevo en su cargo, como los mayores de treinta podrán corroborar.

Aún con todos estos problemas al comienzo de este nuevo siglo, lo que voy a hacer es recapitular, mirar al pasado de una forma crítica -como le gusta a la Iglesia, ¿verdad?- e indagar en busca de lo que todos sabemos y nadie se atreve a decir -la vox populi ha muerto-.

Lo que no pienso hacer en estas líneas es ponerme a despotricar contra la Iglesia, ya que si esto se conociese a gran escala -ver por una vez el lado bueno de las cosas no está tan mal- las "grandes voces" de la religión católica, apostólica y romana podrían pensarse mi excomunión -que por cierto ya tarda-, como ya hicieron con autores predecesores a mi época… -con el miedo que da eso, todos temblamos ante la divinidad terrenal de sus castigos-; únicamente tengo intención de explicar las razones que me hacen pensar y cuestionar la religión en la que he sido criado y en la que vivo rodeado a diario.

Las críticas, ya sean positivas o negativas, tienen que servir para mejorar y para progresar; no para mandar a filósofos y científicos a la hoguera... Una crítica hacia algo establecido no tiene porque significar el fin de una creencia firmemente arraigada -además, si tan arraigada esta en la servidumbre popular una opinión no tiene porque variar ni un ápice lo que piense la gente... porque la gente es capaz de pensar por sí misma, ¿no?-, sino el comienzo para mejorar, porque si la fe católica se considera una religión del pueblo y para el pueblo deberían empezar a acercase a todos los fieles desde las altas esferas; porque aunque en mi opinión la Iglesia católica no sea más que una tiranía vestida de opulencia y regida por generaciones y generaciones de ultra conservadores -en muchos casos de forma despótica y dictatorial-, no creo que aislarse en una burbuja de supuesto misticismo y religiosidad con bandera propia sea lo más apropiado para los tiempo de crisis que está sufriendo la religión que más adeptos posee -mejor dicho poseía- en el mundo conocido. No hay que olvidar que tienen, tanto para bien como para mal, el control de millones de personas que confían ciegamente en una sola.

Y para mí, un simple librepensador, las religiones no son más que un invento del ser humano ante algo tan desconocido, cotidiano y banal como es la muerte; para intentar, de alguna forma, que nuestra triste vida adquiera el significado suficiente para que no se olvide de la memoria de gente que -en el mejor de los casos- no conocemos, y en el peor de ellos, les importa una mierda (espero que se pueda decir mierda en Internet) nuestra existencia, porque a este paso llegará un día en el que nuestra existencia no significará más que cotizar y hacer que los países que nos gobiernan avancen hacia un grado sumo de ignorancia y vejación -vaya como sucede hoy en día... que casualidad-, tanto cultural y como personal.

Aún así, y con todo el respeto hacia una persona que cuadruplica mi edad, alejarse de los problemas y mirar al pasado para resolver problemas del presente y -a este paso- del futuro, no es la solución; acercarse a quienes confían en el Vaticano, por el contrario -y para mi desgracia personal-, SI.

Porque, no nos engañemos, la ciencia ya ha dado alcance a la religión en muchos temas, y en los que aún no... démosle un poco de tiempo -total que son setenta o cien años más para una religión que lleva dos milenios campando a sus anchas por la conciencia del mundo-. Como placebo de esperanza, desde luego, la religión sirve... y mucho. Sin embargo, por mucha metáfora que le quieran dar a la Biblia ya no es un libro en el que buscar respuestas filosóficas, y mucho me rebajaría si hablara de la teología.

Pero la pregunta que deseo escuchar es simple. ¿A qué viene ese miedo por lo desconocido o, en su defecto, por lo nuevo? O quizás la pregunta que debería formular es, ¿por qué ese miedo a perder el control, al relevo generacional que debía haber llegado hace cientos de años? Incluso más simple, ¿por qué nos hacen esto?